Entre pingüinos, icebergs y focas leopardo.
Después de atravesar la barrera natural que conforma las Shetland del Sur y al tercer día de navegación, éramos conscientes de que estábamos en las postrimerías de nuestro principal objetivo. De pronto y ante nuestros ojos se divisaban en el horizonte, como un espejismo, icebergs enmarcados entre nubes de figuras caprichosas. Al fijarnos con detenimiento descubrimos que no eran nubes sino tierra firme, altas montañas glaseadas de nieve que se alzaban imponentes ante nosotros. Habíamos llegado a la Antártida.
La satisfacción reflejada en nuestros rostros lo decía todo, el sueño se había hecho realidad, sólo quedaba disfrutar a tope del resto de nuestro viaje. La Antártida cuenta con millares de impresionantes y verticales glaciares desde donde se desprenden los iceberg. Estos son desplazados caprichosamente por el viento y las corrientes y albergaban en sus “lomos” a los siempre carismáticos pingüinos como los Juanito también llamados papua, los adelia y los barbijo.
Pingüinos juanito (Pygoscelis papua)
Mientras nos acercábamos al Estrecho de Gerlache seguimos disfrutando con las aves marinas que volaban junto al barco. Adultos de Albatros cabecigris, Paíños de Wilson y ventrinegro, una muy sureña Pardela gorgiblanca, priones antárticos y azul, y fases oscura de págalos polar.
Albatros cabecigris (Thalassarche chrysostoma), adulto
Petrel gigante antártico (Macronectes giganteus)
Págalo polar (Catharacta maccornicki)
Ya en el Estrecho, los petreles dameros y sobre todo los toscos petreles gigantes de las dos fases volaban con agilidad frente a nosotros contrastando a veces sobre el hielo. Navegando por estas aguas nos llevamos la grata sorpresa al ver a un par de pingüinos macaroni saltando en la proa como si fueran delfines, y que a la postre se convirtieron en los únicos ejemplares de esta especie que vimos.
Petreles damero (Daption capense)
Ese mismo día hicimos nuestra primera excursión en tierra firme, en Punta Portal. Se notaba que estábamos a principios del verano austral, diciembre, porque la nieve lo cubría todo hasta la misma orilla y solo mostraba las rocas desnudas gracias al flujo de las mareas. Al pisar la nieve virgen nos hundíamos más de medio metro en ella, y a turnos avanzábamos para ir apelmazándola. Sobre esta descansaba la primera Foca de Weddell del viaje y a escasos metros un Pingüino papua se acicalaba en la orilla junto a un expectante Cormorán antártico.
Foca de Weddell (Leptonychotes weddellii)
Pingüino juanito (Pygoscelis papua)
Cormorán antártico (Phalacrocorax bransfieldensis)
Lo mejor, sin duda, fue la excursión en la zodiac entre los témpanos de hielo e iceberg que rodean a la isla Enterpraise. La erosión que produce el agua en ellos convierte el paisaje en un museo de esculturas espectaculares y colores albo-añil que se rendían a nuestras cámaras. Visitamos los restos de un ballenero noruego que, semihundido por la herida que el hielo le infringió en 1917, descansaba al pie de un glaciar de amenazantes paredes verticales. Aquí, una Foca cangrejera, también la única del viaje, descansaba confiada sobre una pequeño bloque de hielo.
Charrán antártico (Sterna vittata)
Foca cangrejera (Lobodon carcinophaga)
Gaviota cocinera (Larus dominicanus)
Todo en la Antártida es espectacular, daba igual donde pudiéramos desembarcar, todo tenía algo que lo hacía distinto al siguiente. Visitamos tres bases de otros tantos países; la británica Port Lockroy, que básicamente era un museo de los primeros aventureros y contaba con una tienda de souvenirs para turistas; la chilena González Videla, que la habitaban un grupo reducido de militares y la argentina Almirante Brown, todavía deshabitada. Las dos primeras bases estaban instaladas en un pequeño islote y tuvimos la oportunidad de que nos sellaran nuestros pasaportes, dando constancia de nuestra visita, y en todas ellas los pingüinos Juanito nidificaban hasta en las mismas escaleras de acceso.
Uno de los sitios donde más partido sacamos fue en la base chilena al coincidir la marea baja, esto nos permitió salir a pié de la isla hasta la orilla de enfrente donde descansaba sobre la nieve uno de los tres pingüinos albinos que había en la colonia. Aquí también tuvimos la suerte de recibir la visita tanto de una pareja de pingüinos adelia que decidieron salir a escasos metros nuestro para cortejarse, como de un Rorcual Aliblanco Antártico. Curiosamente sólo vimos unos tres ejemplares de esta especie en estas aguas. Todavía era muy temprano para los grandes cetáceos, estos irían llegando a lo largo del verano.
Cormorán antártico (Phalacrocorax bransfieldensis)
Pingüinos juanito (Pygoscelis papua)
Pingüinos adelia (Pygoscelis adeliae)
Por mucho que lo intente explicar, sólo los que navegábamos por aquellas aguas sabemos el olor nauseabundo que producen las colonias de pingüinos. Un hedor producido por unos excrementos, que a la vez mantienen la colonia desnuda de nieve. Los pingüinos papua y barbijo permanecen agolpados para poder desarrollar una mejor protección a su descendencia de los ataques de págalos y gaviotas cocinera, mostrándose también implacables contra los congéneres que pasaban a tiro de sus picos. Torpes en tierra, los pingüinos se trasformaban en auténticos torpedos bajo el agua. Y aunque parezcan impersonales se mostraban juguetones entre ellos, aprovechando los témpanos de hielo que, hábilmente, utilizaban como toboganes.
A veces realizan largos recorridos para llegar a los nidos o al agua y forman pequeños senderos
"Los tres tenores"
Los nidos son de piedrecillas
El saqueo está al orden del día
Las palomas antárticas (Chionis alba) siempre están atentas a cualquier descuido
Al igual que los págalos polar
En el agua ganan la velocidad y agilidad perdida en tierra
Navegamos por algunos de los más bellos canales, pasajes estrechos entre imponentes rocas y glaciares espectaculares, siempre supeditados por las condiciones del hielo. Mientras el Canal Neumayer lo cruzamos sin contratiempos, en el Canal Lemaire tuvimos que dar la vuelta a riesgo de quedarnos trincados. Hasta que el experimentado capitán decidió dar la vuelta, el barco hizo honor a su condición y rompíamos el hielo como auténticas cuchillas cuando rasgan el papel. El barco se sube encima y por el peso lo rasga. Sólo los bloques de hielo fosilizado de color añil rompían estrepitosamente cuando los golpeábamos.
Una pertinaz nevada que rápidamente tamizó la cubierta del barco daba más empaque a la travesía. Sobre algunos bloques de hielo descansaban impasibles focas de Weddell y leopardo, y en este hábitat encontramos una de las aves marinas más impresionantes que existen: el Petrel níveo. Este petrel de tamaño medio, blanco como la nieve del que sólo destacaban su pico y ojos negros llega a criar 300 kilómetros tierra adentro y hasta a 2.800 metros de altitud. Volando parecía un holograma sobre la banquisa cuando se alimentaba, junto a los pequeños paíños de Wilson, del krill que el barco descubría bajo el hielo.
Foca leopardo (Hydrurga leptonyx)
Foca de Weddell (Leptonychotes weddellii)
Petrel niveo (Pagodroma nivea)
Christiania islands, Hydruga Rocks, o la isla Cuverville fueron algunos destinos donde realizamos fructíferos desembarcos. En esta última isla tuvimos que sortear un pequeño grupo de iceberg que el destino quiso que se derrumbasen peligrosamente media hora después de que los atravesásemos. Fuimos testigos de ello desde la seguridad de la isla, mientras disfrutábamos con los barbijos, o éramos testigos de la cópulas de los págalos polar.
Fuera de las colonias los Pingüinos barbijo (Pygoscelis antarctica) son tranquilos, pero cuando cruzan una colonia...
Reclaman la defensa del territorio
Págalo polar (Catharacta maccornicki), fase clara
Págalo polar (Catharacta maccornicki), fase oscura
Display después de la cópula
Este Págalo polar (Catharacta maccornicki) presenta un pequeño aro ocular blanco.
Las gaviotas como siempre tocando las narices. Esta Gaviota cocinera (Larus dominicanus) del tamaño de un Gavión (Larus marinus), se atreve con un Petrel gigante (Macronectes giganteus)
Pero fue en Bahía Paraíso donde disfrutamos de la esencia antártica. El barco fondeó al pie de un inmenso glaciar, llamado Puerto Paraíso, y nos dispusimos a realizar un recorrido en zodiac para avistar al predador de focas y pingüinos por excelencia en estas aguas, la temible Foca leopardo. Pero antes fuimos testigos del colapso que sufrió un iceberg, y como tras derrumbarse ensordecedoramente como un juego de naipes, levantó un gran ola.
Cuando embarcamos en nuestra zodiac, el agua a punto de congelación formaba una finísima capa de hielo sobre su superficie y el patrón de la zodiac tuvo que demostrar su habilidad a la hora de esquivar los numerosos bloques de hielo de formas y colores increíbles que abundaban por doquier. Aquí conseguimos sorprender a una pareja de Petreles níveo posados sobre uno de estos icebergs.
Petrel niveo (Pagodroma nivea)
Diez minutos después y sobre una banquisa apareció imponente una Foca Leopardo. Tres metros de músculo donde impresionaba tanto su cabezón y potente dentadura como su cuello grueso, herramienta imprescindible para agitar con violencia la cabeza y poder despedazar sus presas. Pero fue su asombrosa agilidad bajo el agua ayudada por las largas aletas pectorales lo que más nos fascinó de ella, esto y su seguridad al mostrarse a escasos centímetros de nosotros. Mientras un inconsciente Pingüino juanito nadaba entre el hielo.
Foca leopardo (Hydrurga leptonyx)
En este lugar esta la base argentina Almirante Brown. Todavía faltaba menos de una semana para que llegasen los militares. Eso sí, justo el día anterior de nuestra llegada, ya les habían dejado los pertrechos en grandes cajas de madera que descansaban sobre la nieve. Al pie de esta base encontramos el único “pollito” de pingüino papua, que los adultos defendían de una incómoda Paloma antártica. En su orilla las rocas desnudas y redondeadas por la erosión fueron una atalaya perfecta para sorprender la distinta fauna que la habitaba.
Cormorán antártico (Phalacrocorax bransfieldensis)
Paíño de Wilson (Oceanites oceanicus)
Foca de Weddell (Leptonychotes weddellii)
Pingüino juanito (Pygoscelis papua)
Después de una jornada intensa y ya en el barco, cinco zumbados de los Remolkeitor Team, se bautizaron al pié del glaciar con un chapuzón en aquellas gélidas aguas a cero grados centígrados. Siempre supeditados por el médico de abordo ubicado en la misma zodiac. Al menos fui el más sensato y testigo de ello desde la seguridad del barco. Aunque el loco de mi tocayo se animó a un segundo chapuzón y eso le supuso entrar en un principio de hipotermia.
Doce días de aventura antártica en la que sólo resta decir a mis compañeros Oscar Llama, Oscar Gutiérrez, José Ardaiz, José Pedro Portillo y Gorka Gorospe… señores estoy muy orgulloso de todos ustedes.
Un saludete
Gorka Ocio